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LA EDICIÓN

¿Cuándo se da por acabada una obra?, ¿en qué momento un artista da por terminado un trabajo?, ¿lo hace alguna vez?
 

¿Acaso lo inacabado o provisorio no es parte del arte? ¿acaso los posibles errores no son los que encarnan la verdadera belleza?
 

La primera montajista de El Premio, Lorena Moriconi,  le dio a esta obra su estructura, pasión y lirismo. Lorena hizo una alquimia con las imágenes. Radical y desenfadada.
 

Sólo tuvimos dos meses para editar esta primera versión; nos invitaron a Berlín y, felices, decidimos exhibir el film.  Esta primera versión: la de Berlín, es más laxa y poética, más irreverente con el tiempo, valiente y desparpajada.
 

Luego sentí que el proceso de trabajo no había sido suficiente (sólo dos meses de edición para un largometraje). 
 

Lorena no podía continuar por sus compromisos y en esta ocasión me ayudó una gran editora: Mariana Rodríguez. Ella me orientó a buscar mayor contundencia dramática, quitamos algunos momentos muy  bellos pero en los que se perdía la tensión.
 

Por fin seguí editando sola y un día por casualidad encontré un final diferente que me fascinó : saqué la última escena del film y sentí que esa imagen: la última del film, tenía la propiedad no sólo de concluir sino al mismo tiempo de resumir la obra.

 

(Había tenido múltiples consejos anteriores respecto a variar el final, pero solamente en ese instante, al verlo ante mí, tomé consciencia de que era evidente)
 

Pero tenía miedo: No eran miedos artísticos. Eran miedos prácticos originados  por la presión del medio cinematográfico: se trataba de una obra ya exhibida y premiada en Berlín y Guadalajara ¿cómo me podía atrever a variarla?
 

Es natural hacer variaciones en el resto de las artes:  En pintura Munch hizo siete versiones diferentes de su inmortal “el grito”. Cualquier director de teatro modifica las indicaciones escénicas, incluso la dramaturgia, luego de la experiencia del estreno.
 

Pero en cine la “gran oportunidad artística de la variación” es una novedad reciente: desde hace un par de años la tecnología ha aligerado los procesos de postproducción de manera que se puede seguir trabajando en un film una vez exhibido.
 

Por supuesto esto altera los procesos actuales de mercadotecnia e industria cinematográfica que exige que un film esté terminado “sea ya un producto cerrado” para poder venderlo. 
 

¿Pero acaso no es motivo de celebración el comprobar que los  nuevos criterios artísticos y los avances  tecnológicos obligan a reformular nuestras certezas previas? 
 

En el  momento de dar por cerrada la edición, conocí a una aliada fundamental que me ayudó a tener el valor necesario: Paloma López.  Ella entró como asistente de postproducción y de edición pero lo que hizo fue mucho más allá de su rol hipotético. Ella  me ayudó a valorar mis recientes intuiciones y a defender  la obra por encima de todo.
 

Paloma me expresó su sentir ante el “nuevo final” en el cual yo no me atrevía a creer y ella lo reeditó y perfeccionó hasta volverlo innegable…  
 

¿Cuál es la versión valida  de mi film? ¿cómo termina realmente? ¿ se ha acabado ahora?
 

Considero que cualquier obra de arte siempre está por definición, inacabada: consideremos los aportes que hizo el  tiempo a la Venus de Milo  (le quitó los brazos) o la Efigie (la historia editó su nariz )…

Las obras de arte también evolucionan y cambian y todo está siempre inacabado como la vida misma… 
Es para celebrar que  la tecnología le permita hoy al cine los mismos privilegios de variación que las otras artes tenían desde hace tiempo.

 

 

 

Gracias Lorena por tu enorme talento.
 

Gracias Mariana por tu rigor.
 

Gracias Paloma por tu valor creativo, y aliento.

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